Existen, aún hoy, algunas controversias en torno a la explicación de la dislexia, cosa que da lugar a una amplia variedad de definiciones e impide un consenso en cuanto a la interpretación del término. Quizá por ello, últimamente, se ha optado por explicar qué es la dislexia a partir de decir qué no es: no es un trastorno de inteligencia, ni se debe a una instrucción inadecuada, ni a falta de oportunidades educacionales, etc.
Etimológicamente, dislexia viene de “Dys”, que significa inadecuado y “lexis”, palabra; y quiere decir dificultades del lenguaje. Actualmente, se refiere a un trastorno de la lectura que, además, tiene repercusiones en la escritura.
La primera descripción que se hace de un trastorno similar a la dislexia fue en 1877. En ese año Kassmaul publicó el caso de un paciente suyo que había perdido la capacidad de leer, aunque mantenía intactas su visión, su inteligencia y su lenguaje. Kassmaul llamó a este trastorno ceguera verbal.
Años más tarde, en 1896 Morgan diagnosticó a un chico de ceguera verbal congénita, ya que manifestaba una inhabilidad generalizada en todo lo relacionado con el lenguaje escrito, pero no había padecido ninguna lesión cerebral.
Hinshelwood empezó a estudiar, a partir de 1900, a niños con dificultades para aprender a leer. Entre todos los niños que estudió observó que algunos, tras múltiples esfuerzos en su instrucción, mejoraban su lectura, aunque con limitaciones. A estos sujetos los clasificó bajo el nombre de dislexia congénita, ya que consideraba que la ceguera verbal debía aplicarse a los casos muy graves.
Desde entonces, se han propuesto distintas denominaciones, como estrefosimbolia (Orton, 1928), alexia de desarrollo (Orton, 1937), dislexia constitucional (Hallgren, 1950), etc. Su acepción también ha variado desde relacionarse estrechamente con deficiencias neurológicas, a ligarse a dificultades perceptivas, hasta explicarse mediante los procesos cognitivos implicados en la lectura a partir de la década de los ochenta.
Actualmente, existe la tendencia generalizada a utilizar el término dislexia para denominar un conjunto de signos y síntomas determinado, es decir, un síndrome concreto que se manifiesta por la dificultad del aprendizaje de la lectura y la escritura.
Este trastorno aparece en sujetos con inteligencia normal, sin problemas sociales o emocionales, exentos de daños físicos o neurológicos y los cuales han recibido un proceso de aprendizaje apropiado en un medio socio-cultural favorable.
Así pues, teniendo en cuenta estas características podríamos afirmar que la dislexia se define por exclusión. En 1968 la Federación Mundial de Neurología publicó una definición de dislexia que, aunque ha sido rectificada posteriormente con pequeñas matizaciones, es la más ampliamente aceptada: “La dislexia es un trastorno que se manifiesta por una dificultad para aprender a leer, a pesar de una instrucción convencional, inteligencia adecuada y oportunidades socioculturales. Depende de discapacidades cognitivas básicas, frecuentemente de origen constitucional.” (Critchley, 1975).
Otras definiciones destacan como el principal problema la interpretación de los símbolos. Así, consideran que la dislexia es un retraso evolutivo congénito o deterioro de la capacidad para transcribir los sonidos de las letras y comprender el material escrito (Keeney y Keeney, 1966).
El DSM-IV, por su parte, engloba la dislexia dentro de los trastornos del aprendizaje bajo en nombre de trastorno de la lectura. Los criterios que describe el manual son los siguientes:
A) El nivel de lectura, medido individualmente por tests estandarizados de capacidad lectora o comprensión, está substancialmente por debajo de lo esperado con relación a la edad cronológica, a la inteligencia medida y a la educación apropiada para la edad.
B) El problema del criterio A interfiere significativamente con el rendimiento académico o las actividades diarias que requieran habilidades lectoras.
C) Si existe un déficit sensorial, las dificultades para la lectura son superiores a las que habitualmente van asociadas con dicho déficit.
La Internacional Dislexia Association (IDA) adoptó, el 12 de noviembre de 2002, una definición de dislexia, según la cual es un trastorno de aprendizaje específico de origen neurológico, caracterizado por los problemas de precisión y/o fluidez en el reconocimiento de palabras y por las dificultades en el deletreo y en la descodificación. La causa de estas dificultades se encuentra en un déficit del componente fonológico y no tiene relación ni es esperado en función de sus capacidades cognitivas, oportunidades educativas y nivel de instrucción. Otros problemas derivados pueden ser la comprensión lectora o la disminución de la experiencia del sujeto con la lectura, cosa que impide o dificulta el aumento del vocabulario. Esta definición también la utiliza el Nacional Institute of Chile Health and Human Development (NICHD).
En conclusión, la mayoría de definiciones de dislexia destacan las dificultades en torno al lenguaje escrito, que no se deben ni a una educación deficiente, ni a una inteligencia por debajo de la media, ni a daños neurológicos.
Bibliografía
• Rivas Torres, Rosa Mª y Fernández Fernández, Pilar. “Dislexia, disortografía y disgrafía”. Ediciones Pirámide, S.A. 1994.
• Oltra Abarca, Vicente. “Dislexia: Información, Diagnóstico y Tratamiento de la Dislexia”. Artículo extraído de: http://www.psicopedagogia.com/
• Galli de Pampliega, Isabel. “¿Qué es la dislexia?”. 2007. Artículo extraído de: http://dislexia.com/
• Calderón Astorga, Natalia. “La Dislexia….hoy! ........Mi mundo está al séver…. revés?”. C E R I L, Centro del Desarrollo Infanto Juvenil. Artículo extraído de: http://ceril.cl/P70_Dislexia.htm
• Artigas, Josep. “15 cuestiones básicas sobre la dislexia”. Coorporació Sanitària Parc Taulí. 2005. Artículo extraído de: http://www.cspt.es/
Etimológicamente, dislexia viene de “Dys”, que significa inadecuado y “lexis”, palabra; y quiere decir dificultades del lenguaje. Actualmente, se refiere a un trastorno de la lectura que, además, tiene repercusiones en la escritura.
La primera descripción que se hace de un trastorno similar a la dislexia fue en 1877. En ese año Kassmaul publicó el caso de un paciente suyo que había perdido la capacidad de leer, aunque mantenía intactas su visión, su inteligencia y su lenguaje. Kassmaul llamó a este trastorno ceguera verbal.
Años más tarde, en 1896 Morgan diagnosticó a un chico de ceguera verbal congénita, ya que manifestaba una inhabilidad generalizada en todo lo relacionado con el lenguaje escrito, pero no había padecido ninguna lesión cerebral.
Hinshelwood empezó a estudiar, a partir de 1900, a niños con dificultades para aprender a leer. Entre todos los niños que estudió observó que algunos, tras múltiples esfuerzos en su instrucción, mejoraban su lectura, aunque con limitaciones. A estos sujetos los clasificó bajo el nombre de dislexia congénita, ya que consideraba que la ceguera verbal debía aplicarse a los casos muy graves.
Desde entonces, se han propuesto distintas denominaciones, como estrefosimbolia (Orton, 1928), alexia de desarrollo (Orton, 1937), dislexia constitucional (Hallgren, 1950), etc. Su acepción también ha variado desde relacionarse estrechamente con deficiencias neurológicas, a ligarse a dificultades perceptivas, hasta explicarse mediante los procesos cognitivos implicados en la lectura a partir de la década de los ochenta.
Actualmente, existe la tendencia generalizada a utilizar el término dislexia para denominar un conjunto de signos y síntomas determinado, es decir, un síndrome concreto que se manifiesta por la dificultad del aprendizaje de la lectura y la escritura.
Este trastorno aparece en sujetos con inteligencia normal, sin problemas sociales o emocionales, exentos de daños físicos o neurológicos y los cuales han recibido un proceso de aprendizaje apropiado en un medio socio-cultural favorable.
Así pues, teniendo en cuenta estas características podríamos afirmar que la dislexia se define por exclusión. En 1968 la Federación Mundial de Neurología publicó una definición de dislexia que, aunque ha sido rectificada posteriormente con pequeñas matizaciones, es la más ampliamente aceptada: “La dislexia es un trastorno que se manifiesta por una dificultad para aprender a leer, a pesar de una instrucción convencional, inteligencia adecuada y oportunidades socioculturales. Depende de discapacidades cognitivas básicas, frecuentemente de origen constitucional.” (Critchley, 1975).
Otras definiciones destacan como el principal problema la interpretación de los símbolos. Así, consideran que la dislexia es un retraso evolutivo congénito o deterioro de la capacidad para transcribir los sonidos de las letras y comprender el material escrito (Keeney y Keeney, 1966).
El DSM-IV, por su parte, engloba la dislexia dentro de los trastornos del aprendizaje bajo en nombre de trastorno de la lectura. Los criterios que describe el manual son los siguientes:
A) El nivel de lectura, medido individualmente por tests estandarizados de capacidad lectora o comprensión, está substancialmente por debajo de lo esperado con relación a la edad cronológica, a la inteligencia medida y a la educación apropiada para la edad.
B) El problema del criterio A interfiere significativamente con el rendimiento académico o las actividades diarias que requieran habilidades lectoras.
C) Si existe un déficit sensorial, las dificultades para la lectura son superiores a las que habitualmente van asociadas con dicho déficit.
La Internacional Dislexia Association (IDA) adoptó, el 12 de noviembre de 2002, una definición de dislexia, según la cual es un trastorno de aprendizaje específico de origen neurológico, caracterizado por los problemas de precisión y/o fluidez en el reconocimiento de palabras y por las dificultades en el deletreo y en la descodificación. La causa de estas dificultades se encuentra en un déficit del componente fonológico y no tiene relación ni es esperado en función de sus capacidades cognitivas, oportunidades educativas y nivel de instrucción. Otros problemas derivados pueden ser la comprensión lectora o la disminución de la experiencia del sujeto con la lectura, cosa que impide o dificulta el aumento del vocabulario. Esta definición también la utiliza el Nacional Institute of Chile Health and Human Development (NICHD).
En conclusión, la mayoría de definiciones de dislexia destacan las dificultades en torno al lenguaje escrito, que no se deben ni a una educación deficiente, ni a una inteligencia por debajo de la media, ni a daños neurológicos.
Bibliografía
• Rivas Torres, Rosa Mª y Fernández Fernández, Pilar. “Dislexia, disortografía y disgrafía”. Ediciones Pirámide, S.A. 1994.
• Oltra Abarca, Vicente. “Dislexia: Información, Diagnóstico y Tratamiento de la Dislexia”. Artículo extraído de: http://www.psicopedagogia.com/
• Galli de Pampliega, Isabel. “¿Qué es la dislexia?”. 2007. Artículo extraído de: http://dislexia.com/
• Calderón Astorga, Natalia. “La Dislexia….hoy! ........Mi mundo está al séver…. revés?”. C E R I L, Centro del Desarrollo Infanto Juvenil. Artículo extraído de: http://ceril.cl/P70_Dislexia.htm
• Artigas, Josep. “15 cuestiones básicas sobre la dislexia”. Coorporació Sanitària Parc Taulí. 2005. Artículo extraído de: http://www.cspt.es/
Sheila García
Diciembre, 2009